Esta blog narra algunas historias de Nessie adulta. Para mí quedo un poco en el aire su vida después de amanecer. Espero que os guste. Es algo que hago en mis ratos libres cuando necesito salir de la rutina y del stres.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Cpitulo 4- Frente a frente.

Nos sentamos en la mesa, sentía como Jacob no dejaba de mirarme. De vez en cuando nuestras miradas se encontraban y mis mejillas se sonrojaban sin yo poder hacer nada más. Era tan alto como los demás, pero llevaba el cabello más corto. Los pantalones rotos se ceñían al contorno de sus muslos y su camiseta blanca parecía a punto de estallar debajo de sus inmensos bíceps. Estaba serio y me imponía demasiado. La cena estaba buenísima y los chicos comieron muchísimo. Cuando terminamos de comer, todos se levantaron de la mesa y los jóvenes salieron al exterior de la casa.
-Vente con nosotros. –sin darme cuenta Seth ya me había agarrado la mano.
-Así que Forks, ¿y por qué has venido aquí?
-Necesitaba un cambio. –le sonreí para no pensar más en mi abuelita.
-Hola chicos. –una chica se acercaba muy alegre hacia nosotros, abrazó con mucha ternura a Quil y saludó al resto con la mano. Al verme se acercó a mí con una sonrisa.
-Yo soy Clarie, ¿y tú?
-Lara.
-¡Eres guapísima! ¡Guau pareces una modelo!
Me sonrojé un poco, la chica tendría unos quince años, pero era muy linda.
-Gracias tú también.
-Chicos poneros las pilas que una belleza como esta no pasa dos veces. –Les sacó la lengua, me hubiera gustado tanto tener una hermanita como ella. Todos se sonrojaron menos Leah que miraba con cara de asco y Jacob que seguía observándome seriamente.
-Estoy un poco cansada, Seth ¿me acompañas por favor?
-Ya la acompaño yo. –Era la primera vez que oía su voz. El corazón comenzó a palpitarme rápidamente. Me despedí y les di las gracias por todo, él me esperaba en su coche.
Me abrió la puerta y se sentó. Todo el camino fue en silencio, ni siquiera funcionaba el radio. Quería saber sobre él, tenía mucha curiosidad pero no me atrevía a hablarle. Estaba muy serio y no sabía como actuar. Nunca había tenido problemas en como actuar en frente de un chico pero él era diferente, era mayor y me daba respeto. Llegamos a casa y cuando iba a abrir la puerta me agarró del brazo. El contacto de su piel me erizó el vello, era caliente y suave.
-Espera. –me pidió clavándome los ojos negros en los míos. -¿Quién eres?
No entendía su pregunta, pero quise contestarle lo mejor posible.
-Tengo diecinueve años, vivía en Los Ángeles, con dieciséis años comencé a estudiar la carrera de medicina porque estaba más avanzada por mi edad y quise estudiar medicina porque tengo un poco de trauma con la sangre, así me enfrentó a mis miedos. Este año he acabado la carrera, así que busco trabajo.
Me miraba con una expresión indescifrable.
-Doña perfecta, la más guapa, la más lista, la más madura…
Sus palabras perforaron mi pecho como cuchillos.
-Tú no sabes nada.
-Sé suficiente para darme cuenta que te crees la mujer perfecta, pero nunca llegarás a ser la mujer perfecta.
Su mirada era dura, no entendía por que decía todas esas palabras sin conocerme de nada. Las lágrimas se iban acumulando en mis ojos queriendo derramarse sin parar.
Salí del coche dando un portazo al cerrar la puerta de la casa, me derrumbé detrás de la puerta recordando todo el dolor de la pérdida de mi único ser querido.
No recuerdo el rato que estuve allí tirada en el suelo derramando una a una todas las lágrimas que quedaban dentro de mí. Finalmente mis ojos se secaron, ya no había más lágrimas. Fui al baño, me lave la cara con agua bien fría y me estiré en el sofá de la salita. Estaba exhausta, tanto por el viaje como por estar llorando tanto. El sueño venció los pensamientos.


Los primeros rayos del sol me dieron en la cara, estaba cansada pero tenía que empezar a espabilar si quería encontrar trabajo. Me duché con agua templada y me vestí con unos pantalones negros y un suéter rosado. Cogí mi abrigo de temporada y salí en busca de un nuevo trabajo.
Cerca de la comisaría había una pequeña cafetería, me acerqué para desayunar algo. En una de las mesas se encontraba Charlie Swan, el jefe de policías, que al verme una sonrisa inundó su rostro.
-Lara, ¿qué tal has dormido?
-Bien, gracias señor.
-Pásate a la tarde por la Push que aclararemos todo lo de la casa, ¿de acuerdo?
-Está bien. –No me hacía mucha gracia eso de volver a ver a aquél degenerado, atrevido y hermoso Jacob. Me había faltado el respeto y no sabía con quien se había metido.
Me despedí del señor y pedí una rosquilla y un zumo natural de naranja. Le pregunté a la camarera por la clínica de Forks y me indicó muy amablemente.
Salí de allí y me dirigí a la única clínica que había en Forks, realmente se me hacía muy difícil eso de trabajar como médico, me daba pánico la sangre, no podía olerla, me sentía mareada, pero tenía que controlar mis impulsos y enfrentarme a mis miedos. Una vez dentro de la clínica me atendió un chico joven, de cabello cobrizo y cara angelical.
-Buenos días. –Se sonrojó cuando le sonreí amablemente. Tenía un gran don con la gente, sobretodo con los hombres, menos con aquel tipo arrogante de la Push.
-Hola. –Tartamudeó.
-Soy Lara Mathew, estoy buscando trabajo como médico. –Le entregué mis certificados y mi documentación.
-Espera un momentito.
Entró por una puerta y esperé detrás de un mostrador de información. Se abrió la puerta detrás de mí y una fragancia de bosque me puso la piel de gallina. Era él, estaba segura. El chico de la consulta salió con una sonrisa en los labios.
-Lara, te esperamos la semana que viene para empezar. Por cierto, me llamo Chris.
Me tendió su mano y la estreché dulcemente.
-Pues te veo entonces Chris. –Le dediqué una espectacular sonrisa. Un gruñido salió de la garganta del que se encontraba tras de mí y una sonrisa satisfactoria se dibujó en mi cara.
Me dirigí hacia la puerta y estaba allí parado con su padre en la silla de ruedas. Me acerqué a ellos con la perfecta sonrisa en mis labios.
-Buenos días señor, ¿amaneció bien?
-Billy, no me digas señor que me siento un anciano. –Sonrió cortés.
-Perdona Billy. Un placer volver a verte. –Le estreché la mano y salí.

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